viernes, 16 de septiembre de 2011

La ciudad conservada


Beijing no sólo es grande. Beijing se siente grande. Se trata de una percepción que tarda en asaltar al viajero y que cómodamente anida en el residente. Paseando en bicicleta, subiendo y bajando por sus calles, atravesando canales o trasladándote de un barrio al siguiente son las mejores formas de empaparte de esta emoción. Y es que, sobre todas las demás cosas, Beijing se porta como una capital.

Para mi suerte he tenido la oportunidad a tan temprana edad de recorrer las calles de algunas de las más encantadoras ciudades europeas, y la magia que desprenden sus piedras, los edificios, el color de las paredes, las sombras de las estrecheces y las luces de las plazas juegan en otra liga al embrujo de la Capital del Norte.

Los bastiones europeos han perdido con el paso del tiempo parte de la función humana para con su entorno, ensañándose en un afán de inocente vanidad por autodefinirse en sí mismas. Han confiado en su portentosa imagen y en el hacer de sus habitantes para construir su cáscara de belleza. ¡Y qué belleza! Sin embargo, han sacrificado en ello un componente que considero esencial y que mantiene a una ciudad cohesionada con su historia: el contacto con el extrarradio.

Sería imprudente afirmar que exista alguna ciudad que pueda o trate de mantenerse a sí misma por sí sola, no digamos las metrópolis del viejo continente que antes he embestido suavemente. No quiero hablar económicamente (que diría Judt) ni mediante pragmatismo funcional, puesto que sería embarcarme en campos que domino más bien poco. Estoy aludiendo directamente al espíritu, al ambiente que se respira en sus arterias, a los rostros del día a día.

Además del hogar para obreros, empresarios y una miríada de funcionarios, Beijing es también un punto de destino esencial para un gran número de habitantes de zonas rurales que viajan hasta allá de forma estacional o periódica para vender sus productos. O si no lo hacen ellos mismos, intermediarios de confianza que se alejan del mercantilismo de supermercado.



Estas personas forman parte de la ciudad tanto como sus habitantes más endémicos, puesto que establecen con ella una doble ligazón económica y sentimental. Los mismos individuos que cultivan sus bienes recorren su camino hasta el núcleo urbano como hacían generaciones anteriores para venderlos a sus iguales. Hay en esta ruta de fuera a adentro un savoir-faire genuino y natural que para nada nos debe dejar indiferentes, pero que tampoco escapa de lo cotidiano y habitual, otorgándole un aura de gracia que puede ayudarnos a entender porqué China todavía se debate entre dos mundos.



¿Y por qué escoger? La historia nos ha demostrado que la mecanización exacerbada ejecuta el alma. La riqueza de la nación debe llegar a estos campesinos que venden con alegría en los mercados de barrio, en las calles con sus carros, en las esquinas de las avenidas, en las salidas de los metros. La miseria debe desaparecer para que terminemos de convencernos de la nobleza y la hermosura del trabajo rural, que llevado por quien lo ama y respeta sólo transmite orgullo.



La ciudad que veo en Beijing todavía conserva de ese modelo de metrópoli donde coinciden y conviven en armonía habitantes de dentro y de fuera, ciudadanos todos.

1 comentario:

tio pepe dijo...

Hola Yordi, soy el tio Pepe,me imagino que al ver estas letras estaras alucinando por escribir por internet una persona como yo, pero tengo la mejor secretaria del mundo tia Nina, asi que a partir de ahora somos fans de tu escritos.De momento cosas que escribes lo hemos podido comprobar, caos callejero, venta ambulante y colas para todo, pero esta gente siempre esta cachonda, digo riendose, sera lo que comen.
Espero, que lo estes pasando con la normalidad de la ausencia de los tuyos, pero no te preocupes porque te mandare los resultados de futbol del LEVANTE UD.para que te animes.Bueno fenomeno la proxima vez me gustaria que me dijeras como se escribe TIO PEPE, y
TIA NINA , en Chino. Muchos besos, y sigue asi fenomeno.