domingo, 16 de diciembre de 2012

En parte

Y unos meses después de volver de China, ésta sigue siendo una de mis imágenes preferidas. El gato viejo, blanco, sucio y pacífico que mora en el parque de un Beijing glaciar.


De la fotografía hace un año. Yo sigo allí, en parte.



martes, 26 de junio de 2012

Notas al vuelo durante el viaje a Qingdao

Acostumbrado hasta ahora a la decepción de unos trenes que pertenecen a la época en la que el vagón realmente correspondía a la imagen evocada, cuánta alegría al comprobar que bien pasaré las cinco horas del viaje en un vehículo nuevo y que por lo menos pretende a moderno. Los chinos, en mangas de camisa y cargados con fardos, se me aparecen como anacronismos con patas, viajeros del pasado abducidos por un presente que debe ser futuro. Y es que el azúcar se echa cuando ya tienes listo el café.

*

En este viaje me  he dicho: “eres el chico que lee a Camus”. Una bonita identidad perecedera.

*

Silbidos y golpes de silla. Fuera parece verde, pero cuando cae la noche sólo veo mi reflejo. Leo el Cuaderno de Viaje, muy apropiado. Me gustan este tipo de coincidencias. The Hound of Baskerville. Me gusta la idea del miedo como estímulo para alterar la realidad. Aunque visualmente muy resultón, no me convence tanto el arreglo explicativo por el que han optado en esta adaptación. Quita mérito a la conciencia, resta poder a la capacidad humana de temer. No quería que fuera artificial o inducido. Temor de dentro. Bien, de todas formas.

*

No quiero negociar el precio con el taxista. Es tarde y necesito llegar al hostal. Me carga tarifa doble: nocturnidad y extranjería. Es igual. Tiene un acento divertido, así que trato de sacarle conversación. No sintonizamos bien. Yo soy un poco reservado, él grita raspando la garganta. La carrera es un paseo. El lunes volveré a pie.

*

Noche irregular. La litera está dura, aunque limpia y en condiciones. Durante la noche han ido entrando el resto de compañeros de habitación. Esta mañana les he echado una ojeada mientras todavía dormían. Dos muchachas pelilargas, piernas blancas, pantalones deportivos. Un chico flaco color café, pelo ralo y que se encoge como un niño. Dos chinos, mediana edad, gesto de piedra. Un británico o irlandés, que duerme la mona con cara de besugo.

*

Estoy en el bar del hostal. Café carísimo. Me abstengo. He adquirido un mapa. Soy viajero con mapa. No sirve de nada haber señalado algunos puntos de interés. No me decido por salir. Mucho tiempo. El día está gris, hace algo de fresco. Quizás llueva. No sé si aprovecharé lo que tengo. Me veo regresando antes de tiempo. Qué desazón. Los camareros limpian el lugar. Enorme. Ordenan las bolas de billar. Bien. No estoy solo. Hay una rubia dos mesas más allá que no se despega del portátil. Su querido va y viene, mayormente va. Tecletea. ¿Trabajo? Quizás esté preparando el día como yo. Me digo que cuando ella decida marchar será mi turno. Pero tal vez no deba esperarme tanto. Ya veremos.

*

Dos españolas se han sentado atrás. No se aclaran con los años que lleva Merkel como canciller. Me levanto y me voy.

*

El aire es más ligero que en Beijing, sopla con suavidad, sin la violencia de la capital. Sonrío conforme llego al mar. Lo echaba de menos. El mar. No es mi mar, pero me recuerda a él. No estoy siendo infiel. No quiero cometer adulterio. No flirteo. Contemplo, nada más. Lleno la vista como si apreciara una criatura distinta, la prima de mi flor, más morada, pétalos puntiagudos, pistilos largos. No es un mar bonito, pero es viejo y tiene carácter. Resiste todo lo que le eches, aunque ya se nota el ajado en sus costuras. El mar fascina, la luna fascina. Camus hablaba de su añoranza al mar cuando visita América. Lo acabo de leer. Como Camus, no me pierdo en el mar, me vuelvo a encontrar. Me acuerdo de Mishima, el mar y el marinero que perdió la gracia de éste. Pienso en otros más, en cajones, en mi mente, pero no consigo recordar sus nombres. Es igual, ahí están, oda al mar. Algo de su amor queda impregnado en mí, como seguro viene heredado de otras generaciones. El primer amante del mar no amaba más que el de ahora, pero sí fue más importante. El sentimiento crece. El mar sigue igual.

*

Frutas: cocos, lizhi, piñas, albaricoques. Otras que no tengo catalogadas. Pulpos y calamares. Estrellas de mar. Todo a la barbacoa. El olor es muy fuerte. Los chinos mastican, desgarran la carne elástica del palillo de madera. A todas horas. En todas partes. Me agobia este paso por las playas. Out.

*

Una china viste una camiseta donde se lee “Pray for Japan”. Las puertas de los astilleros llevan estrellas rojas con un ancla y dos cabos enredados como culebras.

*

Un mendigo en el puerto. Es albino. Le falta un brazo.

*

Estanque de nenúfares y lotos. Dos hombres echan la caña tras el cartel de prohibido pescar. Sonrío.

*

El parque de estatuas es aburrido y artificial. En el pasado fue cementerio de alemanes. Ni siquiera se siente camposanto. Me marcho sin completar la visita.

*

Callejeo. Hacía tiempo que no me perdía. No tiene gracia callejear en Beijing. No te puedes perder en Beijing. En Qingdao las calles están desniveladas, distribución europea. Se cruzan, se cortan, culs-de-sac, garfios. Qué gozada. Llego al distrito universitario. Qingdao se enorgullece de su instituto especializado en investigación de la biología marina. Tranquilo, peatonal. Robles en cada acera. Tres graduados en sotana. Me dejo orientar por el olor a sal.

*

He visto en tres ocasiones distintas el mismo coche turístico. Una cáscara de nuez rojo sangre, vieja, sucia, petardeante. En la ventana trasera hay impreso con pintura blanca el número de teléfono, 6666 6666.

*

La tarde en el hostal gotea poco a poco. Siento como que me queda poco por ver de la ciudad. Viajando solo me rindo a mis caprichos introvertidos. En compañía me hubieran obligado a salir a quemar tiempo. Como no es impulso natural, me quedo en el lounge. Aunque me gustaría ser obligado a coger la puerta. Me falta el contrapunto.

*

Rubios, rubias, morenos y morenas se juntan en pequeños grupos. Small talk. Ellas parecen ansiosas. Ellos juegan con un bajo perfil cool. Yo leo Camus y de tanto en tanto les echo una ojeada. También son comunes los grupos de chinos jóvenes, pero duran poco antes de desaparecer sin avisar. Miro. No tengo interés en hablar, sólo quiero escuchar y observar.

*

Una pareja joven de alemanes. Ayer por la noche coincidimos en el check-in. Hoy comen dos mesas a mi izquierda. Él es dicharachero, ella está loca por sus huesos. Bromas, juegos, muy físicos. No sé sus nombres, no nos hemos presentado.

*

Después de la cena el lounge vive unos momentos de agitación. Parejas que mojan el reposo en cerveza, grupos agotados que charlan entre murmullos, unos franceses que machacan el futbolín. Merde! Aim gonna kique jour asse! Un indio cuela una litrona de Coca Cola. Estoy cansado. El partido no empezará hasta dentro de tres horas. Me voy a la cama.

*

Hoy sí he desayunado, y ha valido la pena. Despreocupado por la hora, me he levantado a las diez y me he acicalado como un gato, en silencio y con paciencia. Una chica se ducha al otro lado de la pared. Si me concentro puedo escuchar cómo se enjabona, manos por el vientre y los costados. El sol pega fuerte hoy.

*

En una ciudad que fue colonia resulta curioso que el extranjero sea visto todavía con curiosidad. Perdido entre calles y cruces endemoniados soy asaltado por chinas de intenciones desconocidas, que huyen cuando les dirijo la palabra como si confirmara algún temor oculto. Se disculpan en inglés. A mí me cuesta ya fiarme de su inocencia. Este país te vuelve desconfiado.

*

Esperando en la estación de autobuses. En la puerta tres descamisados se ofrecen a llevarte donde quieras. Los demás les ignoran como ignoran a mendigos y deformes.

*

Dos occidentales hacen su esperpéntica aparición de rubios, grandes y pálidos, como dos osos polares en la reserva de Yellowston. Les veo discutir en inglés con las taquilleras. Ella espera al lado del dispensador de agua caliente, convirtiéndose en la atracción de todos los chinos, que de pronto quieren rellenar sus termos de té. Parecen frustrados. Me acerco un poco y ella solícita me sonríe. Empezamos a hablar. Son australianos, estaban de viaje por Corea y en un arranque aventurero decidieron coger un ferri hasta Qingdao y hacer algo de ruta china. No tenían nada planificado y esta falta de antelación les estaba comiendo tiempo  y oportunidades. Necesitan ir a Beijing, pero no quedan billetes ni de tren ni de autobús. Se les había ocurrido acercarse hasta alguna ciudad próxima y hacer noche, pero también aquí tenían problemas. Les echo una mano proponiendo algunas posibilidades. Aunque optimistas, se les nota abatidos. Los riesgos, pienso. Ellos lo saben. Intentarán de nuevo coger algún tren. Mi autobús a Lao Shan va a salir. Nos despedimos efusivamente.

*

El recorrido lame la costa y sus playas, todas ellas enumeradas (nº2, nº4, nº6…). Los asientos son de cuero, en el techo hay dibujos infantiles de calamares con ojos divertidos. El día se va aclarando, vuelvo a ver el azul en el cielo.

*

Afortunado encuentro en las taquillas del Lao Shan. James, Carolina del Sur, undergraduate en historia. Masa, osakeño, con la constitución de un jugador de baloncesto y un inglés muy canadiense. Ambos estudiantes internacionales en Dalian. Hacemos buenas migas rápidamente.

*

Somos la atracción del autocar hasta el pie de la montaña. Los chinos comparan entre risas el vello de mis piernas con las suyas. James y Masa se deshacen en wohas conforme subimos la sierra. Formaciones calcáreas que parecen vértebras redondeadas sobresalen de una vegetación fresca y de sana clorofila. Buen momento para la visita.

*

Apretados por el reloj saltamos las escaleras de dos en dos, esquivando ancianos, parejas y niños pequeños. Árboles con las ramas atadas por sortilegios de buena suerte.

*

La cima nos espera con una pasarela de casi dos mil años. Los chinos descansan mordisqueando pepinos, adquiridos a una reencarnación de Laozi que los mantiene a refresco en varios barreños.

*

Entre la bruma distingo la bahía de Qingdao.

*

Regreso relajado. Paseo por las playas, conversando con James y Masa. A las ocho sale su avión. Nos despedimos entre abrazos.

*

Completamente derrotado. Bebo tranquilamente mi última cerveza en Qingdao y observo el siempre interesante lounge del hostal. Una polilla de rusa, chiquita, flaca y de mirada afilada revolotea entre las mesas hablando con todos un poco. Me dice que lleva diez días ya en Qingdao, aunque sólo tenía planeado quedarse tres. Un francés le hace los moves a una americana en la barra, pero por muchas ganas que le ponga no consigue atraer su atención. Un chino se ha quitado la camiseta y patina su torso moreno por el tapete de la mesa de billar. El resto mira su jugada con los cigarrillos colgando de sus labios, arriba y abajo. Un grupo de japonesas juegan a algo llamado “potato chip” a mis espaldas. Una cuarentona entrada en carnes las mira con cierta desaprobación y algo de celos. Ya he tenido suficiente.

*

Sueño desordenado, interrumpido por la descortesía de mis compañeros de habitación, que demuestran con sus portazos, golpes y ruidos de bolsas una falta de respeto y educación que más que rabia da lástima. No me entretengo en el check-out.

*

 Las aceras me cuentan que anoche llovió en la ciudad. El aire está turbio y desarreglado, con manchas y cortes. Me sorprende encontrar negocios cerrados a las siete de la mañana. 

*

La gran sábana blanca vuelve a cubrir el cielo de los chinos. En menos de una semana volveré a la Terreta, y aunque no se podría decir que extrañaré este techo de cíclope borrascoso, sí notaré su ausencia. Esa luz pálida, este azul diluido en detergente. Nubes en amalgama, sol perdido en alguna parte.

*

“Todo logro significa una servidumbre. Obliga a otro más alto.”



domingo, 20 de mayo de 2012

Mi gran boda china [Primera parte]


Si en un ejercicio de academia improcedente tuviese que escoger el rite de passage más importante para la cultura china, a priori no lo tendría demasiado difícil: contraer matrimonio. Supone el acto de representación social por excelencia, dos adultos simbolizando una unión alegórica con sus familias y amistades como testimonios de su compromiso para sí y para los demás. También es una muestra de triunfo personal, el logro individual del novio y de la novia, que dejan atrás la mal vista identidad de soltero para perpetuar la institución que heredan directamente de sus padres e indirectamente de la idea social de matrimonio. Es también un negocio bastante rentable en China: la ceremonia, los regalos, la ropa, el convite; las empresas que se dedican a organizar ceremonias nupciales son asombrosamente populares. Para la nueva generación de jóvenes parejas que han madurado siendo ya clase media es a su vez una oportunidad para demostrar poder adquisitivo, para ofrecer pompa y espectáculo. Sus ceremonias cuentan con cada vez menos elementos tradicionales: en la mayoría de casos están orquestadas para que cumplan con caprichos muy específicos y personales, reflejo de una imaginería que mezcla influencia de occidente con nuevas imágenes que afloran en el paisaje de la China post-socialista.

Las bodas en China no son moco de pavo. Sabiendo esto, no puedo negar la alegría que me proporcionó saber que me invitaban a asistir a una. ¡Qué gran oportunidad antropológica! Menudo festín para los ojos. Pero la cosa no se terminó con una simple invitación. Querían que además les “hiciera el honor” de ser uno de los padrinos del novio, nada más y nada menos. Agarraos que vienen curvas.

La figura del padrino es difusa y su importancia poco clara. Para unos más, para otros menos, los hay que prescinden del todo. El softpower americano nos tiene bien enseñados a nombrar padrino a familiares o mejores amigos de los prometidos. Una muestra de confianza, de respeto, o bueno, como queráis llamarlo. Sin embargo, no creo que pueda definir mi relación con los novios precisamente de estrecha. En esta caso en particular éramos tres padrinos (con sus correspondientes tres damas de honor), y así como los otros dos sí que eran amiguetes del novio, a mí me escogieron, sospecho, para darle un toque de exotismo a la ceremonia. Es igual, no tenía ninguna razón para declinar, y no por extravagante iba a tomármelo menos en serio. Además, me brindaba la oportunidad de pasar de sujeto pasivo a formar parte de la acción, una ocasión impagable.

Lo que viene a continuación es una crónica detallada de mis experiencias durante la ceremonia en cuestión. Es detallada, porque creo que en las pequeñas cosas está la gracia, pero esto hace que el texto sea largo. Lo divido en dos entradas distintas para no agobiar al lector. De todas formas, procurad tener tiempo de sobra antes de empezar.

A las seis en punto de la mañana ya estoy en pie. A las siete y cuarto ya tanteamos el terreno, puesto que la ceremonia está prevista para más o menos las nueve y media, a ser posible, no más tarde de las diez. Las bodas en Beijing se celebran todas por la mañana, puesto que interpretan el madrugón como una alegoría del albor de una nueva vida en común. Las razones tampoco parecen ser demasiado importantes ya que en otras partes de China el horario cambia. En Tianjing se celebran por la tarde y en Shanghai por la noche.
El lugar escogido es un parque privado que queda justo al lado de la antigua torre de comunicaciones de la CCTV, un edificio de corte soviéticofuturistasesentero, rehabilitado hoy día como atracción turística. En lo alto del pirulí tienes un mirador desde el que tendrías una panorámica cojonuda de la ciudad si la capa de mierda atmosférica no la cubriese entera como jabón sucio. El espacio reservado queda al oeste de la torre, y a pesar de ser una atracción turística popular para tours del INSERSO chino, queda convenientemente recogido y la sensación de privacidad está muy conseguida. La parcela está resguardada por una valla de altos setos, cubriendo un espacio de unos 800 metros cuadrados, quizás más. Un camino de piedra separa los dos espacios principales: una pradera a la derecha en la que dejar sueltos a los niños para que hagan el cabra, y un patio de césped más pequeño en el que se llevó a cabo la ceremonia en sí. Este patio queda enfrente de una cabaña de madera al estilo pionero norteamericano.

Barad-dûr anémico

Pasarela de pétalos, para ser originales y tal

Lo del centro será más adelante el altar


Como llego con los padres del novio, me da tiempo para seguir los preparativos. Han contratado a un equipo de organizadores, todos muchachos jóvenes con el pinganillo en la oreja que van de un lado a otro bajo las órdenes de su director. Los machacas colocan las sillas, la decoración, el equipo de sonido, se aseguran de que todo está en orden y funcionando. También tienes maquilladoras, manipuladores de alimentos y fotógrafos. Estos últimos (conté hasta seis) se pasaron la previa a la ceremonia revoloteando a nuestra vera no sólo tomando fotos au natural sino haciendo teatro, mandándonos posar ahora de lado, ahora de culo, ahora a lo gangsta, forzando las situaciones hasta el aburrimiento. De todos los distintos sets por los que nos hicieron pasar, destaco el de vestir al torero: uno a uno, los tres padrinos fuimos retratados ayudando a colocar el traje al novio, a cámara lenta en un cuarto a semipenumbra, desde los pantalones hasta la pajarita. Y hablando de pajarita: la novia nos regaló a los tres best men una de color rosa fucsia chillón para diferenciarnos de la plebe. Una monada.

Ya que estoy, hablaré del vestuario. En esta ceremonia me llevé dos sorpresas. Una: ninguno de los asistentes vistió ningún traje que recordase siquiera remotamente al corte tradicional chino. La mayoría de las mujeres (jóvenes y mayores) prefirieron optar por los conjuntos de dos piezas, siendo blusa o torerita más falda lisa la opción preferida. Las damas de honor lucían un vestido verde esmeralda de palabra de honor bastante resultón. La novia es para tenerla en consideración a parte, puesto que durante el día llevó hasta tres combinaciones distintas: el vestido nupcial blanco, de cola larga y falda a pliegues, con diadema en vez de velo; una adaptación más ligera de este último, destinado para un propósito que desvelaré más adelante y, ella sí, un qipao rojo china durante el banquete que no pude observar con detenimiento. La segunda sorpresa es que no todos los invitados acudieron bien vestidos: los más ancianos asistieron con ropa humilde, de diario, camisa amarilla y pantalón de faenar, incluso uno llevaba una gorrita, que, eso sí, se quitó durante la ceremonia. Aunque quien se lleva la palma fue uno de los amigos del novio, que vino con un polo a rallas, pantalones piratas y sandalias, hecho un campeón. Sin embargo, por lo visto fui yo el único extrañado. Ambas familias estaban al tanto de tal circunstancia y procuraron traer un madejo de corbatas de reserva, por si a alguno de los invitados más austeros le apetecía engalanarse un poco durante un ratito.

Los padrinos funcionamos como floreros con cara. Pasamos gran parte de la recepción en la entrada, saludando a los convidados, recibiendo fotos por doquier y contestando sucintamente a los cumplidos de rigor. Al servicio del novio, sólo se requería buen plante, buena sonrisa y paciencia.  Foto aquí foto allá. Una prueba de resistencia para los riñones. Llévame esto, tráeme aquello. A pesar de todo, es un rol que inspira cierto respeto, y los novios agradecen tu esfuerzo con regalos (norte de China) o con dinero (sur).

La noche anterior tronó como si se acabara el mundo, por lo que el día amaneció fresquito y con mala cara. Por suerte para todos (porque el movidón que supondría tener que trasladar toda la parafernalia da miedo imaginarlo), el cielo se aguantó las ganas y pudimos proceder con tranquilidad.

[Continúa en la siguiente entrada]

viernes, 2 de marzo de 2012

Per la finestra escolte els gats miolar

Per la finestra escolte els gats miolar.

Són miols greus i ferotges
enèrgics, desesperats
com ascendents del calvari
el calvari dels gats
que és el carrer fred

Miolen dos o tres gats
es barallen, es contesten,
ploren penes o això vull pensar.

Els gats quan miolen així estan confrontats.
Vigilen en tensió,
desafiants, o això volen
covards, o això semblen
i es miolen, forts miols, llargs miols,
amargs, trencats,
durant hores.

Treuen les ungles, ensenyen les dents
estufen el llom, mouen les cues
però no arriba mai el moment
de batre's en noble duel.

Passen les hores de nit
quan els gats miolen

Escolte els gats que miolen
com si fos vent que xiula
per flautes de pedra

Tanque els ulls i els veig
amagats sota els cotxes
darrere la brossa
entre les fulles
miolant a cegues
miolant de por
de por dels gats
de por dels miols

Aquesta nit
aquests gats
que són dos o tres gats
miolaran i miolaran
fins que l'últim gat
deixe de miolar.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Crónica del Sr. Shi, el que comía carne de león


O en chino, 施氏食獅史 (Shī shì shí shī shǐ).

Escrito por el lingüista Zhao Yuanren al chino clásico, toma un doble juego a la hora de esgrimir argumentos a favor o en contra del sistema de transcripción fonética romanizada Hanyu Pinyin, puesto que a pesar de que su lectura es comprensible para la mayoría de los chinos cultos, la cacofonía berreante resultante de pronunciarlo en putonghua (mandarín para los no iniciados) convierte este texto en una verdadera joya para curiosones.

石室诗士施氏,嗜狮,誓食十狮,氏时时适市视狮,十时,适十狮适市,是时,施氏视是十狮,拭矢试,使是十狮逝世,适石室,石室湿,氏使诗拭石室,石室拭,始食是十狮尸,始食是十狮尸,拭释是事。

Transcripción al Hanyu Pinyin:

Shíshì shī shì shī shì, shì shī, shì shíshí shī, shì shí shí shìshì shì shī, shí shí, shì shí shī shì shì, shì shí, shī shì shì shì shí shī, shì shǐ shì, shǐ shì shí shī shì shì, Shì shíshì, shíshì shī, shì shǐ shī shì shíshì, shíshì shì, shǐ shí shì shí shī shī, shǐ shí shì shí shī shī, shì shì shì shì.

Para no sinólogos, la pronunciación del fonema "sh" en chino es expirada, se encuentra cerca de la "sh" de "she" en inglés.


Un venerable anciano al que le gusta engullir leones. De diez en diez. Los adquiere en el mercado. Claro que la historia es lo de menos.


Fuente: Lengua y escritura chinas - Mitos y realidades (Sara Rovira Esteva)

martes, 25 de octubre de 2011

圆明园

Quizá uno de los bienes más preciados en Beijing por visitantes y visitados sea el silencio. El impacto de la metrópolis es brusco nada más pisar la calle, y su continuo bombardeo penetra hasta el tuétano en un afán de ser asimilado como la polución por los pulmones.

Sin embargo, si tienes suerte y sabes dónde buscar (los parques de Beijing, verdaderos oasis inesperados de los cuales me gustaría hablar una vez consiga visitarlos todos), quizá puedas toparte con esto:



Con 圆明园 tenemos el añadido de encontrarnos en unos jardines marcados por el viejo hechizo del recuerdo histórico, un parque expoliado y destruido por tropas británicas y francesas durante la segunda guerra del opio (1860) en venganza por una ejecución sumarísima de occidentales en misión de negociación, que conserva su túnica rasgada para ejemplo de generaciones venideras.

Un aire de melancólico dramatismo, muerta quietud en sus lagos y estanques, vegetación asalvajada de brotes verdes que abrazan cadáveres amarillos. Pasear es recorrer un paraje detenido minutos antes de su muerte, congelado en un estado entre la pérdida y la cúspide del esplendor. Un hálito de cementerio al sol, de pagoda abandonada, de reposo desconocido y tierra que vuelve a saborear la virginidad del mutismo. Es la brazada de la síncopa musical antes de golpear la última corchea, sabiendo que nunca cerrará compás, puesto que el ritmo queda suspendido, flotando, en un margen agridulce de triste y romántica armonía.

domingo, 9 de octubre de 2011

Mongolia Interior

Un naranja terráceo que recuerda el de cítricos todavía verdes que maduran en las ramas a ritmo descompasado. Un relieve puntuado con repentinas irrupciones de montañas rugosas y primitivas, largas y redondeadas, peludas de polvo en hierbajos. Un sol siempre lejano y a media alzada, de blancura apagada y calor tímido. El gigantesco mordisco de cielo, cortado a navaja por un horizonte presentado en su mayúscula expresión, largo y fino en la pradera, a tijera por los montes.

Carreteras nuevas, todavía por terminar, abiertas por todas partes y con cirujanos inyectando cemento y alquitrán en sus bordes. Carreteras viejas que no son más que una cicatriz marcada por el galope de los caballos y, de forma más reciente, las motocicletas de sus pastores.

Nubes de finísima arena que se pega a la ropa como un leve recuerdo. Pisando la estepa, marcas dispersas del hombre moderno: aquí un cartel, allá una torre de conducción eléctrica, al fondo me parece ver un depósito de agua. Asentamientos con olor a cuero y piedras. Casas en ruinas, víctimas de las bombas de la civilización. Pedazos de ladrillo y teca apilados en solares, maquinaria de construcción y derribo en una ambivalente imagen de la situación: destruye y crea, avanza rápido pero sin moverse una porción de China que en muchos aspectos tiene echada el ancla en un momento del pasado difícil de definir.

Tez morena, mujeres con caderas, pelo largo algo grasiento, tiras de gris, un poco ondulado. Abombados por el frío, mirada socarrona, juegan con el de fuera, lucen su sangre. Tridentes, cuadras, azul turquesa en los edificios de Huhhot. Lana, baijiu, sauces. Budas escondidos tras las paredes de roca, lloran la pintura, sonríen beatíficos puesto que hay paz en la austeridad.

Humo invisible, deshechos en las calles, noche de tinta. Aunque muchas, poco titilan las estrellas.
Desierto y pradera. Camellos poco autóctonos, caballos pequeños y robustos. Jinetes con pañuelos y chaquetas adornadas con clavos chapados.

Tierra de dinosaurios y lanzamientos espaciales. Muestra patente de una industrialización voraz y acelerada, que arranca las raíces para instalar kilométricos canales, tubos, hélices, aspas, chimeneas, reactores humeantes.

Miríadas de camiones, los tuaregs modernos, migran en vastísimas manadas hacia la capital. Verduras, carne, cuero, metales, runas, residuos, misteriosas cargas cubiertas por lonas. Su ritmo es lento y torpe, con frecuencia se enredan y quedan parados durante horas, formando largas filas de mastodontes que se pierden en la vista y juegan con la percepción de las distancias.

Salen y entran. Extraen. Mina inagotable de jugo natural. Esencia de grada. Una piedra. Un plato. Una naranja. Una sabrosa naranja sin madurar.


PD: Al final he decidido que este texto tiene todas las imágenes que podría necesitar.