martes, 25 de octubre de 2011

圆明园

Quizá uno de los bienes más preciados en Beijing por visitantes y visitados sea el silencio. El impacto de la metrópolis es brusco nada más pisar la calle, y su continuo bombardeo penetra hasta el tuétano en un afán de ser asimilado como la polución por los pulmones.

Sin embargo, si tienes suerte y sabes dónde buscar (los parques de Beijing, verdaderos oasis inesperados de los cuales me gustaría hablar una vez consiga visitarlos todos), quizá puedas toparte con esto:



Con 圆明园 tenemos el añadido de encontrarnos en unos jardines marcados por el viejo hechizo del recuerdo histórico, un parque expoliado y destruido por tropas británicas y francesas durante la segunda guerra del opio (1860) en venganza por una ejecución sumarísima de occidentales en misión de negociación, que conserva su túnica rasgada para ejemplo de generaciones venideras.

Un aire de melancólico dramatismo, muerta quietud en sus lagos y estanques, vegetación asalvajada de brotes verdes que abrazan cadáveres amarillos. Pasear es recorrer un paraje detenido minutos antes de su muerte, congelado en un estado entre la pérdida y la cúspide del esplendor. Un hálito de cementerio al sol, de pagoda abandonada, de reposo desconocido y tierra que vuelve a saborear la virginidad del mutismo. Es la brazada de la síncopa musical antes de golpear la última corchea, sabiendo que nunca cerrará compás, puesto que el ritmo queda suspendido, flotando, en un margen agridulce de triste y romántica armonía.

domingo, 9 de octubre de 2011

Mongolia Interior

Un naranja terráceo que recuerda el de cítricos todavía verdes que maduran en las ramas a ritmo descompasado. Un relieve puntuado con repentinas irrupciones de montañas rugosas y primitivas, largas y redondeadas, peludas de polvo en hierbajos. Un sol siempre lejano y a media alzada, de blancura apagada y calor tímido. El gigantesco mordisco de cielo, cortado a navaja por un horizonte presentado en su mayúscula expresión, largo y fino en la pradera, a tijera por los montes.

Carreteras nuevas, todavía por terminar, abiertas por todas partes y con cirujanos inyectando cemento y alquitrán en sus bordes. Carreteras viejas que no son más que una cicatriz marcada por el galope de los caballos y, de forma más reciente, las motocicletas de sus pastores.

Nubes de finísima arena que se pega a la ropa como un leve recuerdo. Pisando la estepa, marcas dispersas del hombre moderno: aquí un cartel, allá una torre de conducción eléctrica, al fondo me parece ver un depósito de agua. Asentamientos con olor a cuero y piedras. Casas en ruinas, víctimas de las bombas de la civilización. Pedazos de ladrillo y teca apilados en solares, maquinaria de construcción y derribo en una ambivalente imagen de la situación: destruye y crea, avanza rápido pero sin moverse una porción de China que en muchos aspectos tiene echada el ancla en un momento del pasado difícil de definir.

Tez morena, mujeres con caderas, pelo largo algo grasiento, tiras de gris, un poco ondulado. Abombados por el frío, mirada socarrona, juegan con el de fuera, lucen su sangre. Tridentes, cuadras, azul turquesa en los edificios de Huhhot. Lana, baijiu, sauces. Budas escondidos tras las paredes de roca, lloran la pintura, sonríen beatíficos puesto que hay paz en la austeridad.

Humo invisible, deshechos en las calles, noche de tinta. Aunque muchas, poco titilan las estrellas.
Desierto y pradera. Camellos poco autóctonos, caballos pequeños y robustos. Jinetes con pañuelos y chaquetas adornadas con clavos chapados.

Tierra de dinosaurios y lanzamientos espaciales. Muestra patente de una industrialización voraz y acelerada, que arranca las raíces para instalar kilométricos canales, tubos, hélices, aspas, chimeneas, reactores humeantes.

Miríadas de camiones, los tuaregs modernos, migran en vastísimas manadas hacia la capital. Verduras, carne, cuero, metales, runas, residuos, misteriosas cargas cubiertas por lonas. Su ritmo es lento y torpe, con frecuencia se enredan y quedan parados durante horas, formando largas filas de mastodontes que se pierden en la vista y juegan con la percepción de las distancias.

Salen y entran. Extraen. Mina inagotable de jugo natural. Esencia de grada. Una piedra. Un plato. Una naranja. Una sabrosa naranja sin madurar.


PD: Al final he decidido que este texto tiene todas las imágenes que podría necesitar.